jueves, 25 de noviembre de 2010

Un día en el metro

Es curioso lo deprisa que nos habituamos a la rutina, a las mismas caras, la misma gente, los mismos horarios, hasta podríamos ser capaces de ver cuánto le queda a aquel señor para acabar el libro que empezó el mes pasado, y la señora que se sienta cerca de la tercera puerta parece que hoy estrena bolso...
Nos habituamos a ellos y ellos a nosotros, pero no podemos, ni sabemos y puede que tampoco queramos intercambiar unas palabras, unos gestos un saludo...además estamos también, habituados a ello.
Pero ese día, el día en que él pasó al vagón e hizo algo tan sencillo como ir uno por uno, asiento por asiento, persona por persona, intercambiando un saludo, un "buenos días", un "chocalá", un "qué tal, dónde vas" y con eso, con este sencillo gesto lograba sacar de todos y cada uno de nosotros una sonrisa y el ambiente del vagón, se relajó y aunque todos volvimos a nuestros libros, nuestras revistas, nuestro mundo en definitiva, manteníamos esa sonrisa que él nos había dibujado en la cara.
Él, era un chico de esos que mucha gente no sabe cómo llamar, "especial", "diferente", en fin... eso es lo de menos, lo importante, es que seguramente era la persona más inocente de todos los que allí estábamos, quizá la menos capacitada para muchas cosas, en cambio, fue la más humana, la más cercana, la que, en mi opinión, nos dio una lección, al menos a mi me la dio y aún hoy sigo pensando en esa escena, ¿por qué no podemos mirar a los demás y saludarlos con una simple sonrisa?

4 comentarios:

  1. No nos miramos por pudor, por vergüenza, por el eterno disimulo al que nos dedicamos con ahinco para proteger nuestra pequeña o gran parcela de intimidad. Sentimos pavor de que en una gran ciudad, en una reunión, en un sitio concurrido alguien pueda adivinarnos, intuirnos, mirarnos por dentro. Pero a la vez a todos nos encantaría no serntirnos como maniquies anónimos en medio de un mundo al que no le interesamos. Él es un "chico diferente" porque no le importa el disimulo, ni el pudor y necesita ser mirado como una persona con nombre, que siente y al que le interesan el resto de pasajeros de este tren que es la vida

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  2. AL COMENZAR EL CURSO...

    Al leer "Un día en el metro" no sé porqué me ha recordado a mis primeros días de curso, y este curso en cuestión más todavía (por ser horario vespertino y los alumnos son mayores incluso que yo), mi duda es siempre la misma….cuando me cruzo a alguien por los pasillos pienso este/a será un/a alumno/a o será un profesor/a?
    El curso pasado yo llegué al comienzo de curso y como no sabía que se impartía en ese centro, ni el tipo de alumnos, yo a toda persona que veía por los pasillos que era “mayor” les saludaba, hasta que con el tiempo me iba dando cuenta que eran alumnas….pero, creo que es algo que a muchos/as nos pasa, porque más de uno se me han quedado mirando cuando me ven en la sala de profesores con cara de decir “tú qué haces aquí?” o más de uno/a asomarse al aula-taller y preguntar “¿con quién estáis?” y aparezco yo de en medio de ellos, porque les estoy explicando una práctica(los niños de hoy en día son muy grandes).
    O alguna vez también me han ido a regañar pensando que era una alumna que iba por el pasillo en hora de clase, jeje.
    Este año casi que estoy haciendo todo lo contrario, no saludo, si me saludan pues saludo, pero… ¿Por qué? No sé porque la verdad, nadie es más que nadie, no quiere decir que sea una borde ehh?? A veces también saludo, sin más, sabiendo que son alumnas/os aunque no les dé clase.
    Por otro lado está también “el gran dilema”, se supone que los servicios de enfrente de la sala de profesores/as es para los profesores/as, pero en ese pasillo esta la máquina del café y agua…entonces los/as alumnos/as van y aprovechan y pasan al servicio yyyyy hay profesoras que se quejan de que las alumnas usen esos servicios…..y porque? Volvemos a lo de antes, “nadie es más que nadie” las alumnas del turno vespertino algunas son mayores que yo, y qué más da.

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  3. Realmente, a veces, simplemente hay que mirar alrededor para darnos cuentas que la realidad no es siempre como quieren que las veamos, sino como necesitamos verlas.

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