martes, 28 de diciembre de 2010

Esa otra Navidad

Estaba intentando escribir sobre la Navidad cuando he topado con una entrada de un blog magnífico "Mensaje en una Botella". Su última entrada habla de ese otro lado. De la multitud de gente que en una época de vilancicos, publicidad, compras, cenas y bebida hasta abotargar los sentidos y los sentimientos está impregnada de forma crónica de serena tristeza. Jesús de forma magistral describe este estado que se acrecienta como fruto del contraste con un periodo en el que la felicidad se idolatra hasta la hipérbole. Os dejo el enlace al artículo y comentamos si os apetece, en un intento de reflejo de "esa otra relidad".

Reivindicación de la tristeza

sábado, 18 de diciembre de 2010

miradas vacías

Estamos acostumbrados a verlos, pero pocas veces los miramos. Son visibles para nuestros ojos pero invisibles para nuestra conciencia o nuestro corazón. Hoy también estaban ahí, los he visto y me han hecho sentir mal, aunque ellos se sientan infinitamente peor.

Él estaba en la puerta del supermercado sin decir palabra. En mitad de la nada, aterido de frío en la gélida noche esperaba a que alguien le diera la moneda que suelta el carro cuando se vacía de la compra, casi siempre consumista en exceso. Dentro las estanterías llenas de dulces navideños, juguetes, luces de colores..., fuera la soledad, el viento y el intenso frío que apenas podía tapar con un gorro. Y ninguna mirada.
Yo acababa de comprar un par de botellas de buen vino para la cena de navidad y creo que eso fue lo que más removió mi conciencia. De pronto me acordé de una señora mayor que una noche estaba sentada en la puerta de un mercado pijo del centro de Madrid, invisible para los que tapeaban dentro hasta que unos chicos se le acercaron para preguntarle si quería algo de comer.

Miles y miles de ojos pasan por delante de cientos de personas que esperan en las esquinas sin llegar a mirarlos, a veces viéndolos nada más.
Quizás él esté mañana en el aparcamiento del supermercado esperando de nuevo, si el frío o la lluvia y el cansancio le dejan fuerzas.
Quizás él vea y sienta lo que nosotros no somos capaces de ver ni sentir.

lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Cuándo ocurre?

Cuando vaya en avión, voy a abrir la puerta para coger una estrella, ¿sabes? y te la voy a dar a ti...
Oyendo esto no puedo dejar de preguntarme, en qué momento de nuestras vidas perdemos esta inocencia, esta bondad, para mi innata, con la que todos nacemos.

Sé que hay quien dice que los niños son crueles, pero más bien, me inclino a pensar que somos los adultos los que les contaminamos sus cabecitas con nuestras ideas y prejuicios...Qué bien nos iría todo si tuviéramos más en cuenta lo que somos para nuestros pequeños, esas esponjas que tenemos delante de nosotros, esas personitas que todo lo aprenden, todo lo copian...

La miro y quiero recordar en qué momento de mi vida yo dejé de ser así, cuando el que mi amiga del cole no me dejara el color carne (color que ahora reconozco, me parece horrible) era el mayor de los problemas y mi amiga dejaba de serlo, pero sólo durante los cinco minutos que tardaba en partir su color para darme un trozo...

¿En qué momento ocurre? yo no recuerdo cuando fue mi transformación...

jueves, 25 de noviembre de 2010

Un día en el metro

Es curioso lo deprisa que nos habituamos a la rutina, a las mismas caras, la misma gente, los mismos horarios, hasta podríamos ser capaces de ver cuánto le queda a aquel señor para acabar el libro que empezó el mes pasado, y la señora que se sienta cerca de la tercera puerta parece que hoy estrena bolso...
Nos habituamos a ellos y ellos a nosotros, pero no podemos, ni sabemos y puede que tampoco queramos intercambiar unas palabras, unos gestos un saludo...además estamos también, habituados a ello.
Pero ese día, el día en que él pasó al vagón e hizo algo tan sencillo como ir uno por uno, asiento por asiento, persona por persona, intercambiando un saludo, un "buenos días", un "chocalá", un "qué tal, dónde vas" y con eso, con este sencillo gesto lograba sacar de todos y cada uno de nosotros una sonrisa y el ambiente del vagón, se relajó y aunque todos volvimos a nuestros libros, nuestras revistas, nuestro mundo en definitiva, manteníamos esa sonrisa que él nos había dibujado en la cara.
Él, era un chico de esos que mucha gente no sabe cómo llamar, "especial", "diferente", en fin... eso es lo de menos, lo importante, es que seguramente era la persona más inocente de todos los que allí estábamos, quizá la menos capacitada para muchas cosas, en cambio, fue la más humana, la más cercana, la que, en mi opinión, nos dio una lección, al menos a mi me la dio y aún hoy sigo pensando en esa escena, ¿por qué no podemos mirar a los demás y saludarlos con una simple sonrisa?